miércoles, 4 de mayo de 2011

Anfibios en peligro de extinción


- Imagen: Tom Denham -


Los anfibios suponen una eslabón fundamental en la cadena trófica, al ser uno de los principales consumidores de insectos y servir de alimento a su vez a otra gran cantidad de animales. Asimismo, resultan un claro "bioindicador", ya que su disminución o desaparición es un síntoma inequívoco del deterioro de su hábitat.
Por ello, hablar de anfibios en peligro de extinción es sinónimo del empeoramiento general que la naturaleza está sufriendo. Además de su valor como parte indispensable de la biodiversidad, estos animales, y más concretamente las secreciones de su piel, interesan cada vez más a los científicos por sus potenciales propiedades médicas.
De las 5.743 de especies conocidas, un tercio está en peligro de extinción. En los últimos 25 años, los científicos creen que al menos 122 especies han desaparecido
A pesar de ello, el ritmo de desaparición de especies de anfibios es cada vez mayor. La Lista Roja de Especies Amenazadas, editada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), señala que, de las 5.743 de especies conocidas, un tercio está en peligro de extinción. En los últimos 25 años, los científicos creen que al menos 122 especies han desaparecido.
En Costa Rica, por ejemplo, donde habitan 181 especies de anfibios y el 4% de la biodiversidad mundial, 23 especies conocidas de ranas y sapos están a punto de seguir el mismo camino que el sapo dorado, ya desaparecido. En el Mediterráneo, una de cada cuatro especies, principalmente ranas, sapos, tritones y salamandras, está en peligro de extinción, según la UICN. España no es una excepción, y por ejemplo, cinco de cada siete especies de lagarto del género Iberolacerta se encuentran amenazados, mientras que tres de las cuatro especies de lagarto gigante de las Islas Canarias están en peligro crítico y una de ellas, el Gallotia auaritae, se considera ya extinta.
Los expertos señalan varias causas como principales responsables de esta situación: El cambio climático, la degradación del hábitat, una enfermedad infecciosa denominada quitridiomicosis, la contaminación medioambiental, las especies exóticas invasoras y las capturas ilegales. Según un estudio publicado en Nature, el calentamiento global está modificando las condiciones de vida de los anfibios, y provocando la aparición y modificación de diversas enfermedades. En este sentido, la subida de las temperaturas produce en las zonas montañosas tropicales días más frescos y noches más cálidas, favoreciendo el desarrollo del hongo quitridio, que habita de forma no patógena en la piel y el cabello humano, pero que en la piel de los anfibios resulta letal.
En España, la organización ecologista WWF/Adena ha alertado por ejemplo de que el cambio climático, la disminución de precipitaciones y la exposición a la radiación ultravioleta pueden aumentar la mortandad de muchas especies en Doñana, la mayor reserva de la biosfera de Europa. Asimismo, la Sociedad para la Conservación de los Vertebrados (SCV) recuerda que en España mueren atropellados más de 30 millones de animales, de los cuales unos nueve millones son anfibios y al menos otros cuatro millones son reptiles.
Para cambiar esta tendencia, los científicos, además de plantear acciones contra los problemas medioambientales más acuciantes del planeta, apuestan por la cría en cautiverio de muchas especies, dado que de esta manera se ha conseguido sacar de su situación crítica a algunas de ellas. En este sentido, un grupo internacional de investigadores proponía este verano en Science la inversión de 400 millones de dólares en un programa de cinco años para llevar a lugares protegidos y zoológicos a los anfibios en mayor peligro. Asimismo, la Herpetología, ciencia que estudia los anfibios y reptiles, sugiere también romper con los prejuicios y el desprecio hacia estos animales y tratarles en su justa medida.

Anfibios: Presentes en casi todo el mundo



Los anfibios componen la clase Amphibia, que abarca tres órdenes: Caudados o Urodelos, anfibios con cola (salamandras, tritones y sirenas); Anuros, anfibios sin cola (sapos y ranas); y Gimnofiones, similares a gusanos, llamados cecilias. Tras emerger de los océanos hace 400 millones de años, los anfibios se convirtieron en los primeros vertebrados terrestres. En la actualidad, se pueden encontrar en prácticamente todo el mundo, salvo en las regiones árticas y en los desiertos más áridos.
Algunas especies viven la mayor parte de su vida adulta en el agua o cerca de ella, mientras que otras, como los sapos, salamandras y tritones, pueden pasar mucho tiempo en tierra. Se trata de animales de sangre fría engullidores, puesto que introducen al completo en su tubo digestivo a sus presas, normalmente insectos, babosas y gusanos. Al contrario que los reptiles, los anfibios carecen de escamas. Su piel contribuye en la respiración y posee multitud de glándulas secretoras de mucus que la mantienen húmeda. En algunas especies, estas glándulas segregan sustancias venenosas o irritantes contra sus depredadores, e incluso se considera que puedan tener propiedades fungicidas y antibacteriales. En la mayor parte de las especies, los renacuajos sufren una metamorfosis que transforma su cuerpo para respirar en el medio aéreo.

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